jueves, 14 de mayo de 2009

La Habana: El callejón de Hamell

El callejón de Hamell es una calle del barrio de Habana Centro, cerca del Malecón. Las paredes están decoradas con murales. Los colores, nuevos e intensos, alivian la acumulación de tonos pardos que provoca el caminar por el resto de la ciudad.

Durante la mañana de los domingos tocan grupos de rumba, son, quizás salsa y otros ritmos que no consigo recordar. También supe durante unos minutos, los nombres de todos los instrumentos de percusión. Una cosa sí que se me quedó bien grabada por culpa de una tontería. A mi lado, un hombre me explicaba lo que iba ocurriendo, quienes eran unos y otros, me pasaba planchaítos... Y cada vez que la cáscara sonaba él señalaba y me decía: !eso es cáscara! Yo asentía, le miraba y por dentro pensaba: "tio, ya es casualidad". Cáscara es el sonido fino y seco que sacan cuando golpean con los palillos en el lateral de unas cajas parecidas a las de las baterías de las bandas de rock, en mi mente sólo veía un huevo.

Cuando llegamos el callejón ya está abarrotado, hay tanta gente que cuesta avanzar y aún más encontrar un hueco desde donde se vea algo, !ay, si pillara sombra! La mayoría son locales pero también estamos aquí unos cuantos turistas, menos de los esperados, casi todos pugnando incansablemente por estar un poquito más adelante, más cerca de la sombra, más cerca del escenario. Venta de bebidas al principio del callejón, hay uno o dos kioskos. Los tetra-brick de veinte centilitros de ron Planchado, los planchaítos, están por todas partes y pasan de mano en mano. Hay que tener cuidado porque una corriente de planchaítos pasa a mi lado y cruza por debajo del emparrado del escenario, porque los músicos son como los tenistas: necesitan cada poco pasarse la toalla, hidratarse y reponer sales minerales. A medida que pasa el tiempo los ritmos son más agitados y la gente, sobre todo las mujeres, se arrancan durante unos minutos a improvisar su baile entre los músicos. Con sonrisas satisfechas y agotadas, sudorosas, ceden el protagonismo a las siguientes y recuperan su lugar entre el público. Así, sin darse cuenta, con el trasiego de ron, canciones y bailarines se van pasando las horas.

La música se acaba. Por culpa del ron ya no tengo ni calor ni hambre, pero estoy en la nube. Aunque el callejón se vacía se quedan rezagados grupos que tratan de organizarse para ir a alguna de las fiestas que comienzan ahora en otros puntos de la ciudad. Las invitaciones llegan de todas partes, se enzarzan brevemente entre ellos intentando convencerte sobre cuál es la mejor. De alguna manera que en ese momento parece inevitable, te vas incrustado en una pandilla que de golpe ha crecido sorprendentemente de tamaño. La solución, al final, fue escoger un sitio e irse todos juntos hacia allí.

Callejón de Hamell
Público del Callejón de Hamell

Nariz, gafas y gorra
Gafas y gorra

Me partiste el corazón
Me partiste el corazón

Mis manos
Manos

Bailarín
Bailarín

Percusionistas
Percusionistas

Manitas
Flipando

Exú, el espiritu malandro
Exú, el espiritu malandro

Gorras
Malotes

Un dolar y cincuenta centavos
Un dolar y cincuenta centavos

y un

uno y medio

dos

tres

cuatro
Move your money maker

Ron Planchao en formato de bolsillo
Reponiendo líquidos con ron planchaíto

Toda una vida delante del espejo
Molamos, lo sabemos y no lo ocultamos